
Entonaban las liras una funesta canción,
Canción de un juicio que a la perdición
Iba a condenar al que sucumbió a la pasión.
Paris, hijo de Priamo fue la elección
De las tres diosas para la decisión
De que tan sólo una de ellas asistiera a la coronación
De la más bella diosa y reina de la tentación.
Hera, Atenea y Afrodita ante su visión,
Cada una puso en juego un don,
Gobierno, gloria y amor se le ofrendaron.
Pudo ser dueño de todo oriente,
Amo y señor de la tierra del sol naciente.
Más esto no le fue suficiente.
Pudo soldado invencible ser,
Pelear en cada batalla sin miedo a perder.
Más la utilidad de esto no supo ver.
Ciego, el amor eligió sin advertir
En lo que el deseo se iba a convertir,
Lo que comenzó en amor en tragedia terminaría.
Así, Afrodita a su amada Helena le entregó,
Su relación marcada por el fuego empezó
Y a los deseos de la carne sucumbió.
Helena, de tez blanca,
Helena, de oscura melena,
Helena, de sonrisa clara,
Helena, de sincera mirada.
A las sabias voces no quiso escuchar
Y a todo un país Paris haría temblar,
Por una mujer la guerra iba a estallar.
Helena a las advertencias sí atendió
Y a los que la llamaban ella siguió,
Así, el corazón de Paris destrozó.
Marchó este herido a la batalla,
Esperando realizar una hazaña,
Demostrando su valía
Y el amor que sentía.
Luchó, su espada siempre empuñó,
Con la esperanza vivió,
Más la proeza que buscaba no sucedió.
De esa batalla ya jamás volvió,
Una flecha un arquero lanzó
Y Eros a su corazón la guió.
Muerto Paris cayó,
A su amor ya jamás vio,
Peleó y murió por un perdón que no consiguió.
By:Deep_Within
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